Esta tarde me percato, como quien empieza a notar los primeros síntomas de un inminente resfriado, de que empiezo a sentir Vértigo. Vértigo de mí, de mí misma. Vértigo al mirar mi historia y tomar conciencia del pausado ritmo frenético que le voy confiriendo, poquito a poco, sutilmente, casi sin darme cuenta. Vértigo de ver mi evolución, mi revolución interior... mis saltos de ángel, tan preparados, tan insospechados. Poquito a poco, constantes y certeros.
Siento en mi interior el mareo inevitable ante lo desconocido; la certera incertidumbre de quien no sabe -de quien no quiere darse cuenta- de cómo camina, de por dónde transita...
Miro mi vida de trapecista delicada, de sutil mariposa cambiante, de organizado caos interior y me pregunto por qué ese ansia solapada por experimentar, por desubicarme, por reencontrarme y retarme. Por qué constantemente me obligo a cambiar de sitio, de ideales, de proyectos. Por qué esa desesperada necesidad de buscar, buscar, buscar... tan seguido, en tan poco tiempo. Vértigo de mí, de mi trayectoria de vuelo, del mapa que mi corazón lee quedamente... sin revelarme el punto de llegada, ni las paradas que debo hacer en el camino.
Vértigo de descubrirme tan distinta a como yo me veo: tan inestable en mi aparente serenidad, tan inconformista en mi sutil complacencia...
¿Por qué cada dos años cambio mi proyecto de vida? ¿por qué todo tan seguido? Apenas tomo aliento, ya empiezo a vislumbrar un nuevo movimiento de ficha en el tablero. Ganándole puestos ¿a qué?, ¿a mí misma?, ¿al tiempo?
Me angustia comprobar que mi ritmo es el de quien huye... el de quien busca sin hallar... el de quien necesita acumular experiencias que den un sentido a cada pequeño momento.
No lo hago de manera consciente, pero ahora compruebo cómo soy incapaz de comprometerme por mucho tiempo en una causa. ¡Cuántas facetas de mí misma habré explorado ya, y cuántas aún por vislumbrar! Como si temiese que el brillo de este prisma fragmentario fuese a perder sus destellos, sin haberlo podido contemplar entero.
No sé QUÉ me apremia. Yo, que confieso que busco estabilidad y seguridades, estoy en constante cambio. Yo, que hablo de "sentir como propio el lugar en que estemos", me desmiento a mí misma mudando constantemente mis sueños.
Vértigo de ver las arenas movedizas que piso, como si mis pies no pudiesen permanecer quietos y echar raíces en un lugar, aunque sólo fuese por un breve plazo, por un tiempo prudencial.
Como si tuviese que exprimir al máximo estos años, previendo que luego ya no sea posible hacer nada más.
Vértigo... no sé... de decirme, de una vez por todas, que soy incapaz de asentarme, de disfrutar de lo que tengo, de estrechar lazos.
Vértigo.... de reconocer que mi mayor temor es la soledad y que, sin embargo, soy incapaz de PERMANECER. Quizá sea una técnica para protegerme: poner tierra de por medio para evitar que sean otros los que me abandonen a mí... los que, un día, terminen por marcharse.
No sé... se me ocurre.... No sé. Vértigo.
Soy cambiante como la luna, quizá por eso busco la seguridad de mi estrella, siempre firme. De ahí mis miradas, casi suplicantes, al "FIRM-amento", tan firme.. tan constante.
Ya siento morriña y aún no me he ido. Morriña de todo, de esto, de mí... de la vida que estoy ¿ganando, perdiendo? Vértigo de esta necesidad de cambio que anhelo y odio, y busco y destierro... y que me acaba encontrando, cada dos años, constante... constante huída... para reencontrarme siempre conmigo.
¿Por qué tan seguido?, ¿por qué tantas mudas de piel en tan poco tiempo? DESEO quedarme, lo deseo... Que todo deje de moverse, ¡yo! mi corazón inquieto. Es "ahora" o "nunca" y yo, en mis huidas constantes, me relego siempre "para luego". Como si quedase poco tiempo...
A veces, en tardes como ésta, con el corazón partido e incompleto... quisiera sentirme más mía, sentirme entera en mi entorno sereno... No es por el Machu-Picchu, lo sé, soy yo... lo llevo dentro.
3 comentarios:
Incluso aquellos que parecemos estar en el firmamento,sentimos vértigo alguna vez,o muchas veces.
La inseguridad y la duda son compañeras de viaje.Puede que lo único que sea certero y tangible,sea tu propia vida, que seas consciente de que estás viva, de que tienes un mundo ante ti esperando que lo descubras.
No quieras escapar de tus interrogantes;aprende a vivir con ellos.No es tarea fácil, pero si lo logras,si aceptas esta parte ineludible e inevitable de nuestra existencia,puede que el vértigo pase, aunque en otra ocasión decida volver para instalarse.
Gracias, de corazón, por tus palabras reconfortantes.
Es cierto que, muchas veces, miro con nostálgica admiración, y sana envidia, a quienes -al menos en apariencia- se mantienen estables. Frente a ellos, me veo como una estrella fugaz en su inseguro viaje. ¿Hacia dónde?
Sí, sé que siempre se llega a alguna parte.. pero el vértigo me aqueja cuando veo tantos cambios, este constante paso "fugaz" por tantos sitios... sin terminar de sentirme parte de algo... sin llegar nunca, del todo, a mí misma.
Supongo que, como dices, el secreto está en aceptarme como soy: estrella fugaz, prisma (tan fragmentado, pero a la vez tan entero). Pero me preocupa la falta de "coherencia" en lo que hago...
no acabar de encontrarme.
El vértigo lo producen tantos ensayos, casi sin tiempo por medio para dejar que madure una respuesta, un sentimiento...
Vivir en una montaña rusa constante, en la que, apenas tomo aliento, vuelvo a lanzarme en una nueva pirueta, por los aires.
Pero, sí, tus palabras me hacen pensar: ¿será que hay que QUERER VER retos y oportunidades... donde ahora apenas soy capaz de sentir ese angustioso vértigo ante lo desconocido, ante la Tere tan ajena y cambiante que voy descubriendo?
Gracias, de nuevo, por los ánimos.. por el consejo... que, sin duda, es algo que debo incorporar para el resto de mi vida: ser CONSCIENTE de que esos interrogantes e inquietudes son, precisamente, señal inequívoca de que ESTOY VIVA.
Tod@s estamos en continuo cambio, continua búsqueda interior, sólo que algun@s lo disimulan mejor que otr@s ;)
Pero no hay que agobiarse por eso, poco a poco vamos descubriendo nuestro camino, nos vamos asentando (que no sentando, no se trata de acomodarse sin plantearse nada más en nuestra vida), nos vamos sintiendo más cómod@s y conseguimos ver la vida desde otra perspectiva más tranquila y feliz. Se llama madurez.
Y personalmente creo que estamos madurando continuamente, no dejamos de hacerlo en toda la vida. Y de hecho ahí está la gracia de la vida porque, si llegara un momento en que digamos: "Ya está, ya he llegado a donde tenía que llegar", luego qué. Lo bueno que tiene todo esto es que con el tiempo lo ves de forma más serena, sin agobios.
Así que tranquila guapa, poco a poco te irás asentando en tu vida. Sólo debes tener un poco de paciencia.
Besazos enormes :)
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