En esta nueva era tecnológica que estamos viviendo, aun sorprende la cantidad de recursos que tenemos a nuestro alcance para poder comunicarnos en cualquier circunstancia, ahorrando tanto tiempo como esfuerzos innecesarios.
Actualmente, podemos "dialogar" con nuestro coche, mientras conducimos, si encendemos el GPS, o utilizamos la opción de "voz" en los mandos de control del vehículo.
También es posible ver lo que hacen otras personas en su tiempo libre, si nos dedicamos a buscar videos en el youtube (y, creedme, la gente tiene hobbies para todos los gustos!).
Pero, sin duda, uno de los elementos clave en este desarrollo ha sido el móvil.
Lo que más me llama la atención, entre todos los usos que ofrece uno de estos aparatitos, es la posibilidad de dar "toques" o hacer llamadas perdidas. Es increíble cómo un sonido tan breve, o la mera aparición en pantalla de un nombre, sin más, puede convertirse en un modo de expresión tan polisémico, e implicar tantos significados como intenciones tenga el usuario:
Un toque al móvil de una persona puede significar un mero saludo ("hola, me acuerdo de que existes"), pero también una llamada de atención para que sepa que nos hemos acordado del individuo en cuestión.
También sirve para recordar a alguien una cita, un encargo, una hora...
Con el toque se puede dar a entender que se está llegando al lugar en el que se espera al otro, tanto si vamos en hora, como si nos retrasamos un poco. Igualmente, puede venir a significar “eh, ya he llegado a tu casa, baja a la calle”.
Se puede jugar y tontear con alguien, dándole reiterados toques en un breve espacio de tiempo, y esperando que el otro haga lo propio; pero también pueden significar que se está metiendo prisa a alguien, por algún asunto que urge tratar.
Un toque puede suplir las "buenas noches" con alguien, o "los buenos días"... o, incluso, el dar las gracias.
Con un toque se felicita el cumpleaños, el santo, la Navidad, el Fin de Año o algún logro conseguido.
Igualmente, puede usarse como un "corto y cierro", cuando alguien nos ha mandado un mensaje y queremos decirle que lo hemos leído, pero sin tener que escribir nada de vuelta.
Otro recurso es dar toques a todas las personas que tenemos en la lista de contactos, cuando uno está muy aburrido o se siente solo... a fin de recibir luego algunos "toques de vuelta", y sentir que el mundo te tiene presente, de algún modo [lo sé, este tipo de uso es un poco patético... pero todos tenemos días mimosos en que nos gusta que nos dediquen algo de atención, no?].
También se da el caso de que alguien te dé su número de telefono, lo apuntes en tu agenda, y des un toque para que el otro pueda grabar el tuyo, sin necesidad de dictarlo.
Hay toques que provocan sonrisas, nostalgia, alegría, decepción, hastío o exasperación; hay "alertas" que ayudan a la memoria, que meten prisas, que enfadan, sorprenden o cuestionan a quien las recibe.
Y, por supuesto, hay casos y casos.... Hace un mes, yo estaba pendiente de que saliese la nota de mi último examen de la carrera. Había pasado horas esperando en el pasillo correspondiente de la facultad, por si veía aparecer finalmente al profesor con "la sentencia de vida o muerte".
Decidí ir a comer a casa y volver al final de la tarde. Pues, estando en el hogar dulce hogar, haciendo tiempo para volver a la Universidad... una amiga de mi clase tuvo la feliz idea de ¡¡darme un toque!!.....glupssssssss..... ¿qué quería decir aquello?, ¿que habían salido las notas ya?, ¿que había aprobado y me felicitaba?, ¿que había visto mi nota pero no se atrevía a mandarme un mensaje o llamarme... para consolarme del fracaso?, ¿era el toque un correspondiente a "te acompaño en el sentimiento"?.........
Evidentemente, salí corriendo de casa y llegué a la facultad en apenas 15 minutos. Fui al pasillo.... y ¡¡nada!!, las notas no estaban: sencillamente, se había acordado de mí, y punto.... La confusión casi me cuesta un infarto...
Así pues, usar el teléfono o dar toques puede suponer, sin duda, una gran economía del lenguaje en el acto comunicativo pero, por contra, puede dar lugar a ambigüedades y malentendidos. Además, puede acabar por deshumanizarnos, dado que el recurso del “toque” evita el contacto directo con la persona, la presencia física, el cara a cara; y suple el calor, la capacidad evocadora y el abanico colorido de matices de la voz humana.
Os cuento todo esto a raíz de una escena que he presenciado en la calle esta mañana.
Mientras yo caminaba, me crucé con dos chicos que hablaban en la acera. Uno de ellos le dijo:
- “weno, tío, entonseh me traeh mañana loh japunteh. (M)ira, yo te llamo esta tarde pa que no se t´orvide”.
- “illo, no hase farta que me llameh –respondió el otro chico- me dah un toque ar movi y ya´stá".
- “que no, joé, –replicó seriamente su compañero- que te llamo, que a mí me gusta la calidé humana de desí «illo, ¿qué tá, cómo estáh? Tráeme loh japunteh»”
Por desgracia, tuve que marcharme y no acerté a escuchar nada más de lo que decían. Ahora, eso sí, con apenas esas palabras pude darme cuenta, sin lugar a dudas, de que me había topado con un verdadero humanista, un alma antropocéntrica... una de las pocas personas que, en esta sociedad digitalizada, sigue apostando por el trato personal, de tú a tú. ¡Chapó "quillo"!
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