martes, 9 de octubre de 2007

Este anhelo de escribir

¿Cuál puede ser el motivo que impulse a que una persona, que acaba de llegar a las dos de la mañana a casa, cansada y con sueño, se siente a escribir delante su ordenador?, ¿de qué sirve gastar minutos, horas, días... en redactar pequeñas historias que hablen de sutiles destellos de vida o, también, de pequeñas muertes cotidianas?, ¿por qué, por qué?, ¿qué utilidad tiene lanzar al aire -al espacio "virtual", en este caso- unas palabras que no cambiarán la vida de nadie... que ni siquiera sé si alguien va a leer? ["holaaaaaaaaaa"... ¿hay alguien ahí para responderme, o no es más que mi propio eco el que me esfuerzo por escuchar?].

Quizá no se trate de una cuestión de utilidad. Sí, puede que estos pequeños jirones de vida que me voy dejando por el camino, día tras día, no puedan valorarse porque "sirvan"; sencillamente, creo que se trata de algo que NECESITO, que requiero para escucharme -y leerme, y conocerme, y retarme, y retratarme...- a mí misma. Como decía Nicanor Parra: "la poesía es un artículo de primera necesidad". En vez de "poesía", digamos "literatura", "expresión", "el verbo", "la palabra"...

Así lo experimento, sí: escribir, expresarme, alzar MI voz, es algo tan imprescindible para mí como el respirar, el comer, el dormir..

Hummmm... creo que esas expresiones están ya demasiado usadas... Digamos, entonces, que expresarme es, para mí, algo tan imprescindible como sentir el calor de una persona amiga, que me comprende; como tomarme una onza de chocolate cuando el antojo se vuelve casi insoportable; como llenarme los pulmones de aire tras bucear el largo de una piscina; como mirar un arcoiris después de que llueva...

Escribir es esa pequeña concesión que me hago cuando siento que hay algo que me quema por dentro, y que necesito expresar de alguna manera.

Es curioso, sin embargo, que un buen día me enteré de que, por lo visto, el 90% de lo que transmitimos a los demás cuando hablamos con ellos, no llega tanto a través de las palabras que empleamos, sino a través del lenguaje no verbal. ¡El 90%! A buenas horas me entero, yo, que he terminado la carrera de Filología Hispánica, y que reconozco que mi centro, mi cauce y mi todo son, precisamente, el lenguaje y la palabra.

No obstante, me reconforta pensar que, al menos en este medio que utilizo, éstos sí que juegan un papel un poquito más importante, ya que -en este caso de internet- no podéis escuchar mi voz, ni percibir cómo la modulo mientras "hablo", ni podéis ver mis gestos faciales ni corporales...

Lo siento, por esta vez me permito traeros a mi terreno, de manera que sólo os queda confiar plenamente, al 100%, en cada letra que dejo plasmada; claro que también queda la opción, para aquellos osados que me visiten, de intentar leerme entre líneas y captarME, a mí, más allá de lo que digo... he ahí vuestro reto: conocerme en lo que callo.

En cualquier caso, verbal o corporalmente, lo que está claro es que todos necesitamos expresar nuestro mundo interior. Dice un proverbio que "lo que no es compartido, es perdido", y creo que hay mucha razón en esas palabras.

Tal vez de ahí deriva la ocurrencia que he tenido de abrir mi propio blog, y de comenzar a visitar tantos otros que hay ya publicados, y que tienen una larga trayectoria a sus espaldas.

¡Y cuánto dejamos aquí, de nosotros mismos!

Porque, por ejemplo, ¿por qué a Tere se le ha podido ocurrir hoy ponerse a hablar de estas cosas a las dos de la mañana, en vez de dormir como una persona normal?, o ¿por qué le dio por hablar de sirenas hace unos días?...

Y es que, más allá de lo escrito, estos pequeños (¿pequeños?) artículos son como piezas de un puzzle, a través de las que os invito a poneros en mi piel -aun a riesgo de que podáis rallaros y hacer vuestras mis paranoias, claro-.

Pero, sí, bajo este amalgama de reflexiones y de filosofía barata -regada con pequeñas pinceladas de poesía- subyace únicamente ese deseo, esa necesidad, ese anhelo que todos tenemos por compartir vida y experiencias; por hacer que lo vivido no se pierda -siguiendo la idea del proverbio de antes-.

¿Afán de inmortalidad?, ¿ego un poquito subido, al creer que todo esto puede interesarle a alguien?, ¿pretensiones de que algún editor lea esto, se sienta inspirado, y decida convertirme en una escritora consagrada?

No, me parece que no... Simplemente, cuando escribo aquí, tengo la impresión de que mi mundo se queda un poquito menos vacío y que, momentáneamente al menos, recibo la visita de todos aquellos que os animáis a leerme, y de los autores a los que traigo como invitados estelares a través de las citas, y de las musas -esas que, supuestamente, son fuente de inspiración-. Incluso, me atrevería a decir, sin ser pretenciosa, que mientras escribo siento que las estrellas fugaces surcan el cielo un poquito más cerca de la mía... de esta pequeña estrella desde la que os escribo... apenas visible con los ojos -lo esencial es invisible-, como apenas audible es mi propia voz.

Pues eso. Me da igual si lo que escribo no es bueno, o si no os llega, o si no in-TERE-sa, o si se me va la cabeza..

Escribo porque no puedo hacer otra cosa más que escribir: porque no puedo sustraerme de esta placentera agonía que me quita horas de sueño, porque me busco a mí misma tras las palabras, porque os busco a vosotros, como si os conjurase cual brujilla maliciosa y os invocase a través de lo que aquí plasmo. Escribo, señoras y señores, damas y caballeros, lectores por compromiso o ávidos fans -jajajaja, qué ingeniosa estoy hoy- porqueeeeeeeee..... porqueeeeeeee....... ¿por qué he de buscar porques?, ¿acaso tienen lógica la pasión, la locura o, incluso, lo instintivo? Escribo porque TENGO que escribir, porque QUIERO escribir, porque DESEO escribir; porque lo imploro, lo añoro, lo intento y fracaso, lo amo y lo rechazo, y lo busco, y lo pierdo, y lo llamo... y veo que, a veces, sin darme cuenta, mientras mis dedos se deslizan suavemente por el teclado, me brotan las respuestas.

Cada acto de escritura es un vicio, una tortura, una angustia... un embarazo que busca ver la luz... y cada vez que la veo, y que escribo algo coherente, es como una pequeña muerte.

En francés, llaman "la petite morte" al orgasmo. Algo así sería esto, algo así... una pequeña muerte, un orgasmo literario, que me sobreviene cuando veo que la redacción se acerca al punto álgido, donde todo cobra sentido, donde me siento una con aquello que he logrado expresar... donde mi grito, mi aliento, mi palabra y mi silencio son carne de mi carne.. y se fusionan conmigo, y son parte de mí: son "yo".

Pero, sí, escribir es una angustia, una búsqueda constante, un vacío imposible de llenar.. Escribir es como la vida misma: inabarcable, sorprendente, siempre más.. nunca suficiente.

Os dejo con un """"poema"""" (lo pongo entre MUCHAS comillas, porque jamás consideraré como "poema" algo que yo escriba); mejor dicho, entonces, os dejo con "una pequeña reflexión, escrita en líneas que se cortan muy pronto", y que resume -muy requeteresumidamente- esta cuestión.

Gracias por la paciencia, y por no llamar al manicomio aún.


Este anhelo de escribir, este
asqueroso deseo de no ser más
que aquello que ansío
a través de mis versos.
Convertirme al fin
en lo que siempre he sido
para mí misma, sin depender
de la solitaria compañía
que me imponen los seres
que denomino "amigos".
Sin dependencias,
sin puertas secretas que me escondan
de mi propio reflejo.
Permanecer sólo yo... y la palabra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por un momento,tras leer esto,he querido ser "palabra".Tal vez así vendrías a buscarme...