jueves, 31 de enero de 2008
Poetry is all around!! **
miércoles, 30 de enero de 2008
Casa encantada, tienda con torreón, tsunami y tinto con blanca
Pero no os escribo para recochinearme por la hora de levantada (aunque, todo sea dicho, ayer me acosté pasadas las 2,30h...), sino para contaros mi sueño de hoy.
Hummmmmm, el de ayer no lo conté pero, básicamente, se resume en que estaba con una amiga mía muy querida, pero que ella era altísima (digamos que yo le llegaba casi por la cintura).... ¿rollo complejo de inferioridad?
El sueño interesante, es el de hoy. Un poco catastrófico... absténganse mujeres embarazadas, personas hipocondríacas, etc etc etc...
Pues, resulta que había viajado con mis padres a un país extraño. Nos habíamos instalado en una casucha de éstas tétricas, viejas, con las maderas medio carcomidas... en fin, un primor vaya!
Una noche, salí por ahí a tomar algo, y entré en un bar en que estaban haciendo promoción de cosas de belleza (creo que ya sé de dónde viene esa imagen... tengo amigas frikis con ese tema, jaja). Yo me pedí dos tintos, y un café (qué asquito, todo remezclado). Luego, hablé con una de las que promocionaban lo de belleza, y me dio una moldura de plástico, en plan aparato para los dientes de arriba, con un gel blanqueador (sí, vengaa, después del caféeeeeeee ¡maravillas!)...
Total, pasó la noche, pasó la mañana: el día segundo. Y, yendo de camino hacia la casucha de madera, atravesando un puente (típico puente de madera, desvencijado), me fijé en que el cielo estaba gris, tormentoso, y un viento gélido soplaba y removía las hojas de los árboles...
El río, que discurría bajo el puente, tenía las aguas alborotadas; parecía haber crecido unos metros... y temí que llegase a desbordarse ante la amenaza de tormenta.
Lo siguiente que recuerdo es que me había ido sola al centro de esa ciudad en que me hallaba, para pasear por sus calles (sin metrocentro, jaja)... Entré en una tienda y, mientras veía cosas, tuve un presagio: "¿y si entro y ocurre cualquier desgracia?"
Eso me llevó, instintivamente, a salir a la calle... a tiempo para ver como una ola enorme, de varios metros de altura, avanzaba por la calle anegándolo todo a su paso: un tsunami!!
Me dio el tiempo justo para correr, dentro de la tienda, buscando unas escaleras para acceder al sitio más alto (aiss, ainss... con las ansias malas!).
Resultó que las escaleras daban a una torre, la típica torre alta, de ladrillo, desde la que se otea toda la ciudad, o todo el pueblo, o todo el paisaje circundante. Pues eso.
Subí y subí... pensando que no llevaba móvil para llamar a nadie, ni tenía la dirección de la casucha ésa para buscar a mi familia... Ná de ná.
Y, mientras ascendía, oigo por abajo la voz de mi padre, de cachondeo... Y entonces, típico momento peliculero, gritando: "papáaa, mamáaaa, migueeeeeeeeel".
[oye, menos guasa, que acababa de sobrevivir a un tsunami y me reencontraba con mi familia, ohú.... ¡qué poco sentimentales sois!].
Una vez que nos reencontramos, empecé a contarles cómo mi presagio me había salvado del agua, y la gente diciendo: "sí, vengaaaaa, claaaaaaaaro... tú con poderes". Pfffffffffffffffffffff....
Y yo: "¡que no lo he soñadoooo!" (para que veáis lo realistas que son mis sueños).
Y, como además de realista, soy súper optimista, tras salvarme de un pedazo de tsunami inesperado, ¿sabéis que es lo primero que se me ocurre pensar?
"Ainssss... con tanta gente subida a la torre....................... ¡a ver si ahora se va a derrumbar y nos matamos!"
JAJAJAJAJAJA...... yo, ahí, ¡previsora donde las haya, vamos! La alegría de la huerta.
En fin, como podéis suponer, ha sido una noche de lo más movidita... así ¿no es normal que me levante tarde, si no descansa una ni durmiendo?........ ZZZZ..... zzzz.... ZZZZ....
martes, 29 de enero de 2008
paseando por Sevilla...
lunes, 28 de enero de 2008
Sonríe!!
por supuesto
domingo, 27 de enero de 2008
Altazor. Canto II
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma
Al irte dejas una estrella en tu sitio
Dejas caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro
(...)
Heme aquí perdido entre mares desiertos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
Del recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera
Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
Dormido en tu memoria
Te habla por mí el arroyo descubierto
(...)
Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa
Inocente armonía sin fatiga ni olvido
(...)
Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
Lejos de ti todo es mortal
Lanzas la agonía por la tierra humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad
He aquí tu estrella que pasa
Con tu respiración de fatigas lejanas
Con tus gestos y tu modo de andar
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche
Sin embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella
Estamos cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño
En vano tratarías de evadirte de mi voz
Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas
Que tiene un ritual sagrado en la garganta
(...)
Tengo una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
Tu frente luminosa como un anillo de Dios
Más firme que todo en la flora del cielo
Te pregunto otra vez
¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?
Tengo en voz tuya para toda defensa
Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes
¿Qué sería la vida si no hubieras nacido?
Un cometa sin manto muriéndose de frío
Te hallé como una lágrima en un libro olvidado
Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan
Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
El mundo deviene majestuoso cuando pasas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas
Mi alegría es oir el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños
Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Una flor que está dejando de perfumar
Tus ojos hipnotizan la soledad
Mi alegría es mirarte cuando escuchas
Y te quedas suspensa largo rato
Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
La parábola tendida en puente nocturno de alma a alma
Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar
Eres más hermosa que la golondrina atravesada por el viento
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración
Mi gloria está en tus ojos
Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estético de immóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas
Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido a la sombra de tus senos
Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?
[HUIDOBRO, Vicente. Altazor. Ed. Cátedra]
sábado, 26 de enero de 2008
la, la, laaaa ....
Ésta soy yo
viernes, 25 de enero de 2008
Montañas de Libros
Hace un par de días, estuve en un bar de la Alameda, charlando con una amiga, y me dijo que esa noche había tenido un sueño de lo más original. Esa conversación me ha dado la idea de abrir otro apartado especial dentro de mi blog: bienvenidos, pues, al nuevo "rincón onírico". Podéis comentarme sueños curiosos que tengáis, y los iré publicando aquí; o, también, podéis agregar comentarios interpretativos a las paranoias que yo vaya poniendo... ¡imaginación al poder!
Por lo pronto, inauguro este espacio con un sueño... como me lo contaron, os lo cuento:
Era un día oscuro, casi negro.. el paisaje, teñido de azabache de uno lado a otro lado, de Este a Oeste, del suelo al cielo, amenazaba con engullir en su tiniebla al osado caminante que quisiese seguir transitando por aquel lugar. Mi amiga avanzaba, como un espíritu sutil e incorpóreo, a través de un pequeño sendero, estrecho, casi inaccesible, que discurría hacia la cima de una montaña. Más allá de la tierra resbaladiza y la arenilla suelta de la senda, su mirada se perdía en la negrura del precipicio que se abría a su lado, como si de una boca abierta se tratase, y cuyos dientes eran las montañas escarpadas y picudas que sobresalían, allá en la lejanía.
Mi amiga siguió avanzando sin despegar los ojos de aquel paisaje, apoyándose en la dura roca para continuar, con esfuerzo. Entonces, se fijó en un hecho sobrenatural: la montaña no estaba hecha de piedra fría sino que, en su lugar, enormes libros recubrían las paredes.
Eran libros de un tamaño gigantesco, equivalente a la altura de treinta personas que estuviesen puestas de pie, unas sobre otras. Paredes de papel y tinta, y páginas por ser leídas. Libros y más libros, enormes, encuadernados a la antigua usanza, cubrían la roca desde todas las perspectivas posibles.
Asombrada por el hallazgo de este sitio sin igual, mi amiga quiso asomarse al precipicio que, en abrupta pendiente, se abría al otro lado del camino. Y, ¿qué creéis que vio abajo?
Miles de libros viejos, de todos los tamaños, desparramados también por el suelo. Libros grandes y pequeños, antiguos, con las pastas rotas, con las hojas arrancadas... Todo un valle de hojarasca seca y requemada esperaba al fondo del abismo... libros muertos, relegados, quizá, al olvido.
Sus hojas, amarillentas, grisáceas, cadavéricas, se mezclaban con las cenizas de otros libros que habían sido incinerados, quemados, destruidos por quién sabe qué personas, o por el paso de Dios sabe cuánto tiempo.
Enormes libros que decoraban las infinitas paredes de la montaña, a lo largo del estrecho y dificultoso sendero hacia la cima, y también libros muertos y ajados por el camino, abandonados al fondo del abismo...
* * * *¿Acaso una metáfora del ascenso al saber?, ¿quizá un símbolo del cambio que sufre la cultura, de los conocimientos que nos acompañan en el difícil camino, y de los que vamos olvidando a nuestro paso?, ¿tal vez una imagen visionaria de un idílico mundo sobrenatural regido por los libros?... ¿la Biblioteca de Babel, de que hablaba Borges?...
Para aquellos que consideren que los libros no tienen razón de ser, y que tiendan a relegarlos a esa lenta muerte del silencio, que acontece a los libros no leídos, vienen al caso estos versos de Góngora:
"Se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada".
Sin embargo, a mí, la imagen de los libros cenicientos, me evoca estas otras palabras de Quevedo:
jueves, 24 de enero de 2008
Aunque también hay días... de bajón...
miércoles, 23 de enero de 2008
A veces hay días... MARAVILLOSOS
lunes, 21 de enero de 2008
sábado, 19 de enero de 2008
Hasta que vuelva la luna
viernes, 18 de enero de 2008
sí pero no........... ¿no?
miércoles, 16 de enero de 2008
Drogas legales
domingo, 13 de enero de 2008
Vértigo
Esta tarde me percato, como quien empieza a notar los primeros síntomas de un inminente resfriado, de que empiezo a sentir Vértigo. Vértigo de mí, de mí misma. Vértigo al mirar mi historia y tomar conciencia del pausado ritmo frenético que le voy confiriendo, poquito a poco, sutilmente, casi sin darme cuenta. Vértigo de ver mi evolución, mi revolución interior... mis saltos de ángel, tan preparados, tan insospechados. Poquito a poco, constantes y certeros.
Siento en mi interior el mareo inevitable ante lo desconocido; la certera incertidumbre de quien no sabe -de quien no quiere darse cuenta- de cómo camina, de por dónde transita...
Miro mi vida de trapecista delicada, de sutil mariposa cambiante, de organizado caos interior y me pregunto por qué ese ansia solapada por experimentar, por desubicarme, por reencontrarme y retarme. Por qué constantemente me obligo a cambiar de sitio, de ideales, de proyectos. Por qué esa desesperada necesidad de buscar, buscar, buscar... tan seguido, en tan poco tiempo. Vértigo de mí, de mi trayectoria de vuelo, del mapa que mi corazón lee quedamente... sin revelarme el punto de llegada, ni las paradas que debo hacer en el camino.
Vértigo de descubrirme tan distinta a como yo me veo: tan inestable en mi aparente serenidad, tan inconformista en mi sutil complacencia...
¿Por qué cada dos años cambio mi proyecto de vida? ¿por qué todo tan seguido? Apenas tomo aliento, ya empiezo a vislumbrar un nuevo movimiento de ficha en el tablero. Ganándole puestos ¿a qué?, ¿a mí misma?, ¿al tiempo?
Me angustia comprobar que mi ritmo es el de quien huye... el de quien busca sin hallar... el de quien necesita acumular experiencias que den un sentido a cada pequeño momento.
No lo hago de manera consciente, pero ahora compruebo cómo soy incapaz de comprometerme por mucho tiempo en una causa. ¡Cuántas facetas de mí misma habré explorado ya, y cuántas aún por vislumbrar! Como si temiese que el brillo de este prisma fragmentario fuese a perder sus destellos, sin haberlo podido contemplar entero.
No sé QUÉ me apremia. Yo, que confieso que busco estabilidad y seguridades, estoy en constante cambio. Yo, que hablo de "sentir como propio el lugar en que estemos", me desmiento a mí misma mudando constantemente mis sueños.
Vértigo de ver las arenas movedizas que piso, como si mis pies no pudiesen permanecer quietos y echar raíces en un lugar, aunque sólo fuese por un breve plazo, por un tiempo prudencial.
Como si tuviese que exprimir al máximo estos años, previendo que luego ya no sea posible hacer nada más.
Vértigo... no sé... de decirme, de una vez por todas, que soy incapaz de asentarme, de disfrutar de lo que tengo, de estrechar lazos.
Vértigo.... de reconocer que mi mayor temor es la soledad y que, sin embargo, soy incapaz de PERMANECER. Quizá sea una técnica para protegerme: poner tierra de por medio para evitar que sean otros los que me abandonen a mí... los que, un día, terminen por marcharse.
No sé... se me ocurre.... No sé. Vértigo.
Soy cambiante como la luna, quizá por eso busco la seguridad de mi estrella, siempre firme. De ahí mis miradas, casi suplicantes, al "FIRM-amento", tan firme.. tan constante.
Ya siento morriña y aún no me he ido. Morriña de todo, de esto, de mí... de la vida que estoy ¿ganando, perdiendo? Vértigo de esta necesidad de cambio que anhelo y odio, y busco y destierro... y que me acaba encontrando, cada dos años, constante... constante huída... para reencontrarme siempre conmigo.
¿Por qué tan seguido?, ¿por qué tantas mudas de piel en tan poco tiempo? DESEO quedarme, lo deseo... Que todo deje de moverse, ¡yo! mi corazón inquieto. Es "ahora" o "nunca" y yo, en mis huidas constantes, me relego siempre "para luego". Como si quedase poco tiempo...
A veces, en tardes como ésta, con el corazón partido e incompleto... quisiera sentirme más mía, sentirme entera en mi entorno sereno... No es por el Machu-Picchu, lo sé, soy yo... lo llevo dentro.
... ¿entonces qué?
jueves, 10 de enero de 2008
Tiempo y más tiempo
viernes, 4 de enero de 2008
La ternura infrecuente
No hemos de confundir la ternura con un modo de ser blando, moldeable, fácil presa de cualquier insinuación. De ser así, más merecería la pena carecer de ella, pues sería una peligrosa cursilería. En tal caso, más valdría hacer ostentación de ser fuertes y poderosos. La ternura es sensibilidad, no sensiblería, es una forma de pasión que no escatima la determinación, que elude toda violencia, que es aproximación, cercanía, que acaricia sin necesidad de poseer. Tampoco es exactamente la dulzura, por cierto hoy tan infrecuente y reducida a la meliflua y edulcorada sosería. No es adjetiva, sino sustantiva.
Lo que nos emociona no es la simple ternura por algo, ni siquiera sólo hacia alguien, es la ternura con él, la ternura con ella. Es radicalmente compatible con la firmeza, incluso con la contundencia. No es un contrapunto, ni un ingrediente, es una forma de vivir, una relación que no busca adueñarse o apropiarse de alguien, pero que cautiva. Más bien desea una cuidada y sosegada complicidad, una implicación, participación y búsqueda comunes.
Encontrar ternura en momentos decisivos de la vida puede no sólo aliviar, sino dar sentido a una situación. Cuando acariciamos algo, estamos tan cerca de ello que propiamente no lo tenemos. Se trata de saber preservar esa distancia sin invadir el ámbito ahora compartido, y de recorrerla. Efectivamente, preservarla y recorrerla es mostrar afecto por lo que ni siquiera está definido, y hacerlo con delicadeza y claridad. Semejante comunicación sin objeto exige mucha ternura. Ofrecer una voz perfilada como palabra, sin alzarla, sin exigencias ni imposiciones, pero con decidida entrega, no habla de una debilidad, sino de una entereza que es simpatía para con el decir del otro. Tanto que resulta agradable.
La ternura acaricia, en efecto, pero también abraza. Extiende sus alas y crea otra atmósfera, más limpia, más respirable. Toca con las manos del aire y produce un dulce escalofrío en la piel. Toca como toca una palabra, un pensamiento, un deseo. Un excitante temblor se refleja en el cuerpo como otra corporalidad. Sus dedos y sus manos acogen como una mirada, con una hospitalidad que nos produce placer y confusión. La ternura es infrecuente, tanto que no deja de ser ocasional, siempre discretamente deslumbrante. Cuando llega es inconfundible. Basta su aroma. Nos toma. Disipa la noche.