lunes, 24 de septiembre de 2007

Nocturno

Por la noche, me gusta sentarme en el poyete de mi ventana y contemplar el mundo mientras duerme, escuchar lo que calla. Es, quizá, el único momento del día en el que todo se vuelve más auténtico,más sereno, más íntegro y puro. Es el tiempo del descanso, de la calma.. de que la vida recobre fuerzas para estallar de nuevo en la mañana. Me gusta, no sé, deleitarme en los sonidos que, en otras circunstancias, son imperceptibles al oído: el rumor del viento, las voces susurrantes de aquellos que se resisten a dormir, el timido lamento de los muebles de la casa...
Me gusta tomar conciencia de mí misma en este momento de la jornada, y sentirme el latir consciente entre un mar de conciencias dormidas. Mirar a las estrellas, responder a sus guiños; ser confidente de la luna; otear el horizonte y experimentar la complicidad con aquellos que siguen despiertos (les delatan las luces en sus ventanas).
Me gusta el silencio de la noche, sí, porque bajo esa aparente quietud, se percibe sutilmente el latido incesante del mundo, que sigue bullendo, vibrando, respirando, girando, estallando, creciendo, renovándose, reciclándose, susurrando y existiendo aun cuando nadie se detenga para tomarlo entre sus manos.
Y cuanto vive, respira, se agita, duerme, sueña o descansa en este tiempo nocturno pasa a formar parte de un Todo: una pequeña nota que contribuye a armonizar la sinfonía vital; apenas una pincelada de color que se agrega a la obra puntillista que es esta Tierra.
Buenas noches.

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