sábado, 29 de septiembre de 2007

Buscando emociones

¿Cómo escribir un artículo, una reflexión, al menos una palabra.. una... que os haga vibrar el alma?, ¿cómo conseguir que vuelen mariposas entre líneas, que surja una chispa de complicidad cuando leáis lo que escribo? Anhelo firmemente, decididamente, desesperadamente, idílicamente, perdidamente, sencillamente, establecer apenas una caricia, una sonrisa fugaz, un brillo sutil en vuestra mirada.
Podría hablaros de política, de literatura tal vez, de música, de moda... pero no puedo evitarlo, cuando pienso en vosotros, cuando pienso en volcarme toda yo a través de mis pensamientos, se me vienen a la cabeza otras cuestiones, más banales, quizá, más simples, más auténticas e imperecederas.
Quisiera hablaros de puestas de sol, del calorcito en las plantas de los pies cuando camino por la playa, de las gotas de lluvia que hacen un alto en su caída para descansar en la barandilla de mi terraza.
Se me ocurre hablaros, ¡ya veis! de los ángeles que me cruzo por las calles cada mañana, del desliz en mi mirada cuando repaso lo escrito, de colores, olores, sonidos...
Desearía hablaros de historias maravillosas, de encuentros imposibles, de tardes en casa que saben a ventana, a reloj de pared, a la espuma del café. Y evocar días esperpénticos, tardes hiperbólicas, noches de diabólica ternura...
Desearía contagiaros de música, de poemas a medio terminar, de bocetos a carboncillo, de interminables viajes en un tren sin rumbo...
Deseo...deseo...deseo...dioseo...diosdoy...osdoy...osdebo...osdigo...osveo......osespero...
Pero, humilde y pequeña, consciente de mi limitación, sólo me queda recurrir a un poema de Pedro Salinas. Que él, mejor que nadie, os hable de mi anhelo, de mi incapacidad, de mi esfuerzo y mis sueños. Hable él por mí, esperando que os conmueva el tenue ruego, la buena intención, la sonrisa que os dedico, escondida en cada verso:


Yo no puedo darte más.
No soy más que lo que soy.

¡Ay, cómo quisiera ser
arena, sol, en estío!
Que te tendieses a descansar.
Que me dejaras
tu cuerpo al marcharte, huella
tierna, tibia, inolvidable.
Y que contigo se fuese
sobre ti, mi beso lento:
color,
desde la nuca al talón,
moreno.

¡Ay, cómo quisiera ser
vidrio, o estofa o madera
que conserva su color
aquí, su perfume aquí,
y nació a tres mil kilómetros!

Ser
la materia que te gusta,
que tocas todos los días
y que ves ya sin mirar
a tu alrededor, las cosas
-collar, frasco, seda antigua-
que cuando tú echas de menos
preguntas: "¡Ay!, ¿dónde está?"

¡Y, ay, cómo quisiera ser
una alegría entre todas,
una sola, la alegría
con que te alegraras tú!
Un amor, un amor solo:
el amor del que tú te enamorases.

Pero
no soy más que lo que soy.

[SALINAS, Pedro. La voz a ti debida. Biblioteca Clásica y Contemporánea. Buenos Aires, 1949]

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí ya me has emocionado en repetidas ocasiones:con tu mirada -como tú dices-profunda,tus suaves manos,tu linda ternura,tus palabras interminables de apoyo...Y te doy las gracias porque una vez más me sigues emocionando,ahora,a través de este medio, de estas palabras tuyas,tan sinceras y llenas de sentimiento;porque hacen que me sienta aún más cerca de tí.